Los filtros de tabaco de los cigarrillos tienen como objetivo filtrar partículas tóxicas del humo que estos desprenden al quemarse para hacerlo menos nocivo para el fumador. Muchas de las partículas nocivas son cancerígenas, por lo que es importantísima su filtración. Los filtros también reducen la dureza del humo y mantienen las hojuelas del tabaco fuera de la boca del fumador.

La materia prima para la manufactura de los filtros de cigarrillo es la celulosa (obtenida de la madera). La celulosa es acetilada (esto es, convertida en un material llamado acetato de celulosa o simplemente “acetato” para abreviar), disuelta, e hilada como fibras sintéticas continuas ordenadas en un atado llamado estopa. Esta estopa es abierta, plastificada, se le da forma, y se corta a una longitud adecuada para actuar como un filtro.

Otros filtros tienen una cámara llena con gránulos de carbón activo, que filtra las partículas y aparece como una pequeña piedra negra después de quemar el filtro.

A principios de los cincuenta, los cigarrillos de la marca Kent usaron crocidolita (un tipo de asbesto) como parte del filtro (Micronite). Las fibras de asbesto son a prueba de agua, insolubles y forman fibras extremadamente finas, pero se ha probado que causan cáncer al pulmón cuando son inhaladas.